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Edad de Bronce: cosmopolitismo mediterráneo pre-arcaico (oscuro)

 



Los pueblos del mar, aqueos, argivos y danaos sin patria, invadieron y poblaron la canaan egipcia. Luego fundaron Cartago. Eneas se refugió en Cartago y luego fundó Roma. 

 La civilización fenicia inventó la escritura alfabética, innovaron en la navegación, el comercio monetario y la industria mercantil. 

Según Heródoto, el alfabeto fue llevado a Grecia por el fenicio Cadmo, que donde fundó la ciudad de Tebas






Mirmidones






Peleset son pelasgos y filisteos: los fenicios son los aqueos 


Los minoicos y los micenicos 



Los pelasgos

Los peleset

Los aqueos, argivos y danaos

Los eqwesh, serdesh, lukka: licios

La guerra de troya

La iliada y la odisea

Los pueblos del mar 

Los fenicios

Los filisteos

Los palestinos



Los semitas de Canaán 

La biblia y los patriarcas bíblicos: Abraham: Akenaton, Jose: Imhotep 

El Torah 


La sangre AB-: tribu pérdida de los Gitanos

Los hicsos: extranjeros reyes de Egipto 

Jacob y José 




Avaris: la capital semita del Egipto cannaneo


Akenaton es Abraham: faraón inventor del monoteísmo 1380 a.C

Dios solar 


Yajud: seguidores del faraón 

Los hebreos participan con otras civilizaciones antiguas 

Dentro y fuera de egipto 
En cannan fenicia 
Con los babilonios 

Historia De la antigua Palestina 

  • h. 2000 Abraham se establece en Canaán, la tierra prometida.
  • 1250 Tras un periodo de estancia en Egipto, regreso de los hebreos a Canaán, dirigidos por Moisés.
  • 1200 Los hebreos se asientan en Palestina. Confederación de las doce tribus.
  • 1006 Tras la muerte de Saúl a manos de los filisteos, David es proclamado rey.
  • 1000 Se inicia el periodo de hegemonía de la ciudad de Tiro en Fenicia. Comienza a utilizarse el alfabeto fenicio.
  • 966 Inicio del reinado de Salomón en Jerusalén.
  • 926 Muerte de Salomón y división del reino en Judá e Israel.
  • 814 Los fenicios de Tiro fundan Cartago, en el Norte de África.
  • 722 Sargón II de Asiria pone fin al reino de Israel.
  • 701 El rey asirio Senaquerib conquista Fenicia, excepto Tiro, y somete al reino de Judá.
  • 587 Nabucodonosor II destruye Jerusalén. Comienza la «cautividad de Babilonia».
  • 573 Nabucodonosor II destruye Tiro.
  • 539 Ciro II de Persia conquista Palestina y Fenicia.
  • 333 Alejandro Magno conquista Fenicia y Palestina.

Los filisteos

La historia de los hebreos se conoce muy bien gracias a la Biblia, el gran documento escrito del llamado pueblo de Dios.

Hacia el año 2000 a. C., un sumerio de la ciudad de Ur, llamado Abraham, según las Escrituras, recibió de Yahvé el mandato de abandonar su tierra, cruzar el desierto y fundar un nuevo pueblo en Canaán: el pueblo hebreo, Israel.

Después de varios siglos de calma y prosperidad, toda la región de Palestina, donde vivían los hebreos, conoció una época de hambre y escasez, y José, hijo del patriarca Jacob y visir del faraón egipcio, acogió a sus hermanos en Egipto. Allí vivieron durante años en la abundancia, hasta que un faraón, probablemente Ramsés II, los redujo a la esclavitud.

Fueron liberados por el caudillo Moisés, quien los sacó de Egipto cruzando la península del Sinaí. Según el Antiguo Testamento, allí recibió Moisés de Yahvé la Ley contenida en los Diez Mandamientos, por la que habría de regirse Israel. A continuación, Josué logró conducir a su pueblo de regreso a la tierra prometida, Palestina.

Esplendor y decadencia del pueblo hebreo

La edad de oro del pueblo hebreo comenzó hacia el año 1000 a. C., en la época del rey David (1006-966 a. C.), que convirtió Jerusalén en el centro político y religioso de su reino. A David le sucedió Salomón (966-926 a. C.), quien construyó el templo de Jerusalén y el gran palacio real.

Tras este periodo de esplendor llegó la decadencia. El reino se dividió en dos partes: Israel, con capital en Samaria, y Judea, con capital en Jerusalén. Israel, al Norte, cayó en poder de los asirios, cuyo rey Sargón II se llevó deportados a casi todos los israelitas (las doce tribus perdidas de Israel). Judea, por su parte, fue conquistada por Nabucodonosor, quien arrasó Jerusalén y destruyó su templo, llevándose deportados a cien mil judíos a Babilonia. Setenta años vivieron allí (cautividad de Babilonia), hasta que el rey persa Ciro el Grande conquistó Babilonia y les permitió regresar a Jerusalén.

Finalmente, Judea cayó en poder de los romanos, y entre los años 66 y 70 a. C. se produjo una sublevación judía reprimida por Tito, quien destruyó la ciudad de Jerusalén, con lo que comenzó la diáspora o dispersión de los judíos, a los que se prohibió residir en Judea.

Los fenicios y su expansión comercial

Al llegar la familia de Abraham desde Ur a la tierra prometida, que era la tierra de los cananeos, éstos empezaron a replegarse hacia la estrecha franja costera del Mediterráneo que hoy ocupa el territorio del Líbano. Allí empezaron a conocérseles con el nombre de fenicios.

Los fenicios no crearon un Estado unificado, sino que se organizaron en ciudades independientes ubicadas en la costa y volcadas al comercio marítimo. Destacaron las ciudades de Tiro y Sidón.

Inicialmente, los fenicios comerciaban con Mesopotamia y Egipto a través de las rutas del desierto. Con el tiempo se convirtieron en hábiles navegantes y se lanzaron a la colonización de las costas del Mediterráneo. Chipre, Malta, Sicilia, Cerdeña, el Norte de África y la costa de Cádiz, en España, fueron importantes enclaves comerciales.

Sarcófago antropomorfo femenino.

Aportaciones culturales de los fenicios

Los fenicios fueron un pueblo emprendedor y creativo que desarrolló y transmitió algunos conocimientos de importancia trascendental para el desarrollo de la civilización:

  • El alfabeto: derivado de las antiguas escrituras de Mesopotamia y Egipto (ver t2 y t3), el alfabeto fenicio, cuyos signos reproducían cada uno de los sonidos articulados del lenguaje, fue el origen de los alfabetos griego y latino.
  • Las técnicas de navegación y construcción naval: con los magníficos cedros del Líbano, los fenicios construyeron unas anchas naves veleras denominadas gaulos, para el transporte de mercancías, y galeones de guerra con una dotación de cincuenta remeros. Los servicios de los marinos fenicios fueron solicitados por el rey Salomón, los faraones de Egipto y los reyes de Babilonia.


Rey David

Rey Salomón y los fenicios


Fenicios: señores del Mediterráneo 

Pese a ser poco numerosos, estar políticamente divididos y no contar apenas con fuerzas de guerra, los fenicios se convirtieron en dueños del Mediterráneo. ¿Cuál fue la clave?

El rey Luli de Sidón huye de su ciudad, atacada por Sargón II, en un barco de guerra fenicio

El rey Luli de Sidón huye de su ciudad, atacada por Sargón II, en un barco de guerra fenicio

 

Durante la primera mitad del milenio I a. C. las naves fenicias surcaron sin descanso el Mediterráneo desde su lugar de origen, en la franja litoral sirio-libanesa, hasta llegar al estrecho de Gibraltar. En su momento hicieron posible un intercambio económico y cultural sin precedentes entre los pueblos de Oriente y Occidente. 

Para dar apoyo a sus recién estrenadas rutas, crearon factorías y asentamientos a lo largo de la costa, desde Chipre hasta Cádiz, pasando por Sicilia, Cerdeña y el norte de África, que con el tiempo se convirtieron en auténticas ciudades. 

Cuando Fenicia decayó, una de estas colonias, Cartago, tomaría el relevo y mantendría vivo, aunque con personalidad propia, el espíritu fenicio varios siglos más.

Ciudades-estado

La costa de Canaán, en el actual Líbano, estuvo habitada desde la prehistoria, y en ella se habían formado ciudades desde muy antiguo. Los primeros restos de Biblos, por ejemplo, datan de 2700 a. C. Pero su desarrollo conoció el mayor impulso después de las violentas migraciones de los llamados Pueblos del Mar, que hacia 1200 a. C. acabaron con la civilización micénica, con epicentro en Grecia, y causaron una fuerte inestabilidad en el Mediterráneo oriental. 



Los supervivientes de la gran crisis resurgieron con vigor y formaron lo que se conocerá como Fenicia, nombre griego que significa país de los hombres de púrpura, en alusión al característico tinte utilizado en sus tejidos.

Los fenicios vivían en ciudades independientes y, si bien tenían en común una serie de elementos aglutinadores, como el idioma, las costumbres, la religión y la cultura, Fenicia no existía como entidad territorial y nunca constituyó un estado unificado. 

Las urbes fenicias a menudo estaban enfrentadas por rivalidades comerciales, y ninguna de ellas llegó a imponer su hegemonía sobre las demás. Estaban situadas en penínsulas, como Biblos y Sidón, o bien en islas, como en el caso de Tiro. 

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La ciudad de Biblos, fundada hace 7.000 años

 Terceros

Cada una de ellas poseía un territorio en tierra firme que le permitía obtener los productos de la agricultura y la ganadería necesarios para su subsistencia. Su economía, sin embargo, se basaba sobre todo en la industria y el comercio, especialmente el marítimo.

A fines del milenio II a. C., los fenicios disponían de los conocimientos necesarios para lanzarse a la navegación de grandes distancias

Políticamente, estas ciudades-estado eran monarquías hereditarias. Estaban gobernadas por un rey al que asistía un consejo de ancianos, en el que se hallaban representadas las grandes familias de la poderosa clase social mercantil. De hecho, se trataba de un régimen a medio camino entre la monarquía y la oligarquía, que contaba también con un nutrido cuerpo de funcionarios.

A diferencia de otras culturas vecinas, los fenicios nunca tuvieron la ambición de conquistar territorios y someter a otros pueblos para aumentar el poder de sus gobernantes. Por eso no se preocuparon en destacar en el terreno militar. Basaban su defensa en la ubicación de sus ciudades en lugares de difícil acceso y en la protección de sus murallas. Y respecto a sus poderosos vecinos asirios y babilonios, prefirieron, antes que luchar, pactar y convertirse en sus tributarios.

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Navegar y explorar

La situación de las ciudades fenicias, rodeadas de montañas que hacían difíciles las comunicaciones por tierra y casi acorraladas por imperios poderosos, como el asirio, el hitita, el egipcio y más tarde el persa, hizo que el mar fuera su salida natural. 

A fines del milenio II a. C., los fenicios disponían ya de los conocimientos técnicos suficientes y de los materiales necesarios para lanzarse a la navegación de grandes distancias. Construían sus naves con la preciada madera de los cedros y cipreses de los bosques libaneses. 

Un barco fenicio sepultado en el fondo del mar en Murcia podría emerger de nuevo

Un barco fenicio sepultado en el fondo del mar en Murcia

 Terceros

Una vez ensambladas las embarcaciones, las calafateaban con betún, una extraordinaria innovación que garantizaba su impermeabilidad. Poseían dos tipos de barcos: los de guerra, a los que incorporaron un invento que en su momento fue revolucionario, el espolón, con el que podían embestir a las naves enemigas; y los de carga, más anchos y lentos, pero con mayor capacidad.

La audacia de sus marinos les impulsó a emprender rutas hasta lugares alejados y desconocidos. Aprendieron a navegar también empleando como referencia la Osa Menor, lo cual hacía innecesario recalar en un lugar protegido para pasar la noche. De este modo podían alejarse de las costas, navegando a mar abierto, y cubrir grandes distancias en poco tiempo.

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Llegaron a ser tan buenos en esto que en numerosas ocasiones otros pueblos solicitaron sus servicios. El faraón egipcio Necao II patrocinó en el siglo VII a. C. una navegación llevada a cabo por barcos fenicios alrededor del continente africano, que se prolongó por espacio de tres años, tal como lo relata el historiador griego Heródoto. Este narra la sorpresa de los marineros al ver que durante gran parte de la ruta el sol salía por su izquierda y, a partir de un determinado momento, por la derecha, elemento que da credibilidad al relato del periplo.

Otro importante viaje del que tenemos noticia, en este caso a través de la Biblia, fue el impulsado por el rey Salomón de Israel. Llevó a los navegantes fenicios al país de Ofir, un lugar que no se ha podido identificar con exactitud. Según algunos estudiosos podría situarse en las actuales Etiopía y Somalia, aunque otros opinan que se hallaría en la península arábiga, concretamente en Yemen.

Los fenicios fueron durante sigloslos grandes intermediarios mercantiles de la Antigüedad

Su habilidad llevó a monarcas de otras naciones a solicitarles para llevar a cabo importantes viajes. Es el caso del faraón Necao II, a caballo entre los siglos VII y VI a. C., bajo cuyo patrocinio los fenicios circunnavegaron el continente africano durante un periplo de tres años. Así lo afirma, al menos, el historiador griego Heródoto.

Cuenta con escepticismo cómo los marineros se sorprendieron al ver que, si durante una gran parte de su ruta el Sol salía por su izquierda, a partir de un momento determinado –seguramente cuando doblaron el cabo de Buena Esperanza– empezó a salirles por su derecha hasta que alcanzaron las Columnas de Hércules (estrecho de Gibraltar).

También, han llegado hasta nosotros noticias de otros importantes periplos, como el impulsado por Salomón, el mítico rey de Israel, y su socio y amigo Hiram I de Tiro, que en el siglo IX a. C. llevó a los navegantes fenicios desde el puerto israelita de Ezion-Geber, en el mar Rojo, hasta el país de Ofir. Este lugar no se ha identificado, pero podría ubicarse en Somalia, Yemen o incluso en India, según relata la Biblia. Por no mencionar “las naves de Tarshish”, que para muchos estudiosos nos hablan de un comercio regular con el mítico e hispano reino de Tartessos; o los periplos que los navegantes cartagineses, sus herederos naturales, llevaron respectivamente a Himilcón y Hannón hasta Cornualles y Senegal en el siglo V a. C.

No es de extrañar que la riqueza que hizo grandes a las ciudades fenicias –la misma que era intensa y amenazadoramente apetecida por sus poderosos vecinos, ya fueran estos asirios, egipcios, babilonios o persas– proviniera de un activo comercio naval.

Extraordinarios mercaderes

Los fenicios fueron durante siglos los grandes intermediarios mercantiles de la Antigüedad. Importaban, preferentemente por mar, pero también por tierra, lana mesopotámica; lino y trigo de Egipto; cereales, bálsamos y miel de Israel; caballos, mulos y cobre de Anatolia; cereales, vid y olivos de Grecia; cobre de Chipre; piedras semipreciosas de Irán; plata, plomo y sobre todo el imprescindible estaño para la fabricación de bronce de España; marfil, esclavos, oro, plata y animales exóticos de distintos rincones de África; e incluso ámbar del Báltico.

La población crecía permanentemente y los recursos propios apenas podían cubrir tal aumento por la progresiva sobreexplotación de su limitado territorio. Hacían acopio de alimentos, y las materias primas eran convenientemente transformadas por sus habilidosos artesanos en productos de gran calidad, en general de pequeño tamaño, pero con un gran valor añadido. Luego eran reexportadas por todo el Mediterráneo en expediciones comerciales financiadas tanto por el Estado y los templos como por particulares.

Así, los navíos que partían de Tiro, Sidón, Biblos, Arwad o Sarepta solían llevar en sus bodegas, además de la apreciadísima madera de cedro (lo que acabaría provocando una peligrosa deforestación de su propio país), tejidos de gran valor, marfiles tallados, muebles con marquetería de maderas nobles y marfil, ungüentarios y colgantes de pasta vítrea, cuencos y jarras de oro y plata repujados con múltiples motivos o joyas con granuladuras. Todos ellos estaban decorados con motivos de tipo egipcio, libremente reinterpretados por unos artistas cuyo norte era la belleza. Hasta tal punto era así que incluían jeroglíficos egipcios sin significado alguno, pero de gran valor ornamental.

Esto ha hecho hablar a algunos autores de la inexistencia de un arte fenicio propio, pero tal afirmación debe matizarse. Dada la encrucijada de pueblos y culturas que representó durante siglos Fenicia, la verdadera genialidad artística de este pueblo consistió en constituir un todo coherente a partir de múltiples y distantes influencias. Uno de los productos de mayor éxito, y que ha permitido situar algunas de las rutas comerciales fenicias, fueron los escarabeos, un amuleto multicolor con la forma del escarabajo sagrado egipcio que se fabricaba en grandes cantidades.

Pero tampoco se descuidaba el comercio de cualquier otra mercancía que pudiera proporcionar beneficios. Y eso incluye el tráfico de esclavos, común en todo el Mediterráneo, porque la línea que separaba a comerciantes de piratas no fue nítida en ningún momento de la Antigüedad. El comercio de intermediación resultó ampliamente beneficioso. Consistía en desembarcar mercancías propias en un puerto determinado, por ejemplo griego o etrusco, y embarcar allí otros productos, como podrían ser la cerámica ática o el hierro itálico.

Muchos de sus “clientes” pertenecían a regiones poco civilizadas no incorporadas a un sistema monetarizado

Después se transportaban a un tercer lugar en donde se repetía la operación, y así sucesivamente hasta volver al puerto de partida. El periplo total podía durar largos meses e incluso años. La difusión llevada a cabo de su simplificado alfabeto de 22 letras, origen del nuestro, no hizo sino facilitar el proceso administrativo inherente a cualquier transacción mercantil.

Curiosamente, su lucrativo comercio se adhirió tarde al sistema monetario, que se extendía por el Mediterráneo desde el siglo VIII a. C. Ello prueba la solidez de sus circuitos comerciales, pero también deja ver que muchos de sus “clientes” pertenecían a regiones poco civilizadas que no se habían incorporado aún a un sistema monetarizado.

No obstante, en distintos períodos de su historia, las ciudades fenicias, fuertes y ricas, pero desunidas, sufrieron el envite y el saqueo de las potencias hegemónicas de Oriente Próximo. Un gran número de habitantes quisieron verse libres del pago de altos tributos y de destrucciones y buscaron horizontes más benignos, lo que provocó el asentamiento de poblaciones fenicias en distintos puntos del Mediterráneo.

Dadas las enormes distancias, los fenicios iniciaron el establecimiento de factorías a lo largo de la costa del Mediterráneo central y occidental

En general, sin embargo, los viajes tenían propósitos comerciales. Inicialmente, los fenicios solían vender productos de lujo fabricados por sus artesanos y destinados a las elites a cambio de materias primas. Poco a poco fueron convirtiéndose en los grandes intermediarios del Mediterráneo. 

El comercio de intermediación les resultaba verdaderamente rentable: una nave partía de una ciudad fenicia cargada de mercancías, llegaba al primer puerto, vendía sus productos y a cambio cargaba otros, pero entonces no regresaba a su ciudad de origen, sino que se dirigía a un tercer lugar donde vendía los productos del segundo, y así sucesivamente. 

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De su propia producción, los fenicios ofertaban madera de cedro, tejidos (entre ellos los célebres de color púrpura), marfiles tallados, muebles de maderas nobles, colgantes, cuencos y jarras de oro y plata, y en general productos de artesanía de alto valor añadido. Intercambiaban la plata, el plomo y el estaño que obtenían en España, el trigo y el lino de Egipto, los bálsamos y la miel de Israel, los caballos y mulos de Anatolia, el marfil y los esclavos de África, el aceite y los cereales de Grecia...

Más que colonias

Pronto se vio que, dadas las enormes distancias, resultaba conveniente poseer bases repartidas por la costa, y los fenicios iniciaron el establecimiento de factorías en el Mediterráneo central y occidental. Los emplazamientos en los que se ubicaron los nuevos asentamientos reunían, por lo general, los mismos rasgos que caracterizaban a las ciudades de Fenicia: islotes muy cercanos a la costa o promontorios que pudieran defenderse con facilidad. No siendo beligerantes, los fenicios evitaron instalarse en lugares en los que la población local podía responder violentamente.

Las factorías, constituidas por almacenes y algunas casas y pobladas por pequeños grupos, eran visitadas periódicamente por las naves fenicias. Permitieron la apertura de rutas comerciales hacia el interior de las regiones en las que estaban situadas y se convirtieron en la base que coordinaba los intercambios con los habitantes de cada zona. Así, Chipre, Malta, Sicilia, Cerdeña, el sur de la península ibérica y el norte de África vieron nacer numerosos asentamientos fenicios. 

Pintura que muestra la obtención del púrpura fenicio, uno de los tintes más preciados de la antiguedad

Pintura que muestra la obtención del púrpura fenicio, uno de los tintes más preciados de la antiguedad

 Terceros

Estos a menudo han dejado escasos restos arqueológicos, lo que hace que resulte difícil datarlos. Así, mientras las fuentes literarias sitúan la fundación de Gadir (Cádiz) en el siglo XII a. C., no se han hallado vestigios anteriores al VIII a. C. En opinión de algunos expertos, este hecho no desmiente que Gadir pudiera existir desde el XII a. C. Se trataría sencillamente de que tal vez tardó varios siglos en convertirse en un asentamiento lo suficientemente desarrollado como para dejar rastro.

Chipre, primera etapa del movimiento colonial fenicio, se convirtió en el principal mercado internacional de la cuenca oriental del Mediterráneo

A partir del siglo IX a. C. las metrópolis fenicias experimentaron un considerable crecimiento demográfico sin que se produjera un aumento paralelo de recursos agrícolas, con lo que resultaron insuficientes para cubrir sus necesidades. También tuvieron lugar una serie de crisis políticas y cambios dinásticos, y al mismo tiempo se intensificó la presión de los asirios. El resultado fue que un numeroso grupo de población se vio obligado a abandonar sus ciudades y decidió dirigirse a las colonias o factorías para establecerse en ellas de forma permanente.

En Chipre, primera etapa del movimiento colonial fenicio, se instalaron sobre todo gentes procedentes de Tiro y Sidón, convirtiéndola en el principal mercado internacional de la cuenca oriental del Mediterráneo. Se trató de la única colonia fenicia que tuvo una dinastía propia de reyes, basada en la ciudad de Kitión. 

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En Sicilia los fenicios se asentaron por toda la isla. Cuando llegaron los griegos, sus grandes competidores en el comercio y la navegación, prefirieron replegarse en la zona de Motya. Las relaciones entre ambos pueblos, sin embargo, parecen haber sido buenas. La arqueología da indicios de ello: hay numerosos vestigios de presencia griega en la colonia fenicia de Motya y de presencia fenicia en la ciudad griega de Selinonte. 

Será mucho más adelante, a partir del siglo V a. C., cuando el expansionismo de las colonias griegas de Sicilia les lleve a duros enfrentamientos con las ciudades fenicias, por entonces ya en la órbita de Cartago. Las colonias de Cerdeña, por su parte, desempeñaron un importante papel en el comercio con el Tirreno, y en particular con los etruscos, con los que mantuvieron un intenso intercambio. En el sur de la península ibérica, además de Gadir, se fundaron Malaka (Málaga), Sexi (Almuñécar) y Abdera (Adra).

El momento de Cartago

En los siglos sucesivos los fenicios vivieron períodos de esplendor que se alternaron con otros de grandes dificultades, debido a la presión ejercida por Egipto, Asiria, Babilonia y finalmente Persia, antes de caer en manos de Alejandro Magno en 332 a. C. El rey macedonio tomó la ciudad de Tiro, hizo crucificar a todos los hombres y vendió a las mujeres y a los niños como esclavos. A la vista de la consideración, las demás ciudades fenicias se rindieron de inmediato. Más tarde Fenicia pasó a la órbita de Roma, que incorporaría su territorio a la provincia de Siria.

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Poblado fenicio Sa Caleta, Baleares

 Otras Fuentes

Mientras tanto, una de las colonias del norte de África, Cartago, cuya fundación, en el siglo IX a. C., se atribuye tradicionalmente a la mítica reina Dido y que había sido poblada por colonos de Tiro, se había convertido en el centro de poder de la presencia fenicia en el Mediterráneo central y occidental. Llegó a ser una gran potencia, que se disputó la isla de Sicilia con los griegos y se enfrentó, en las guerras púnicas, a aquella Roma que terminaría por aniquilarla.




Salomón y la reina de Saba, la historia detrás de la leyenda

reina de saba

Conocemos la historia del encuentro entre Salomón y la reina de Saba gracias a la Biblia hebrea. En el Primer Libro de Reyes y en el Libro Segundo de Crónicas se explica muy sucintamente que la reina, tras oír hablar de la fama del rey de Israel, viajó a Jerusalén con productos exóticos de Arabia, camellosespecias, oro y piedras preciosas, con el objetivo de probar a Salomón con preguntas y cuestiones difíciles de resolver.

Para su satisfacción, el sabio rey respondió acertadamente, tras lo cual ella volvió a su tierra. Desde el punto de vista narrativo todo parece indicar que la anécdota del encuentro entre los dos monarcas se introdujo en la narración bíblica con el único objetivo de resaltar la asombrosa sabiduría de Salomón, aprovechando algunas narraciones que posiblemente circulaban por Palestina y Siria y que hablaban vagamente del reinado de una poderosa y bella mujer en las lejanas, ricas y exóticas tierras del sur de Arabia.

Gracias al relato bíblico, la visita de la reina de Saba a Jerusalén acabó convirtiéndose en uno de los más imaginativos y fértiles ciclos de leyendas y cuentos de Oriente. De la literatura judía más antigua surgió un colorido relato con todos los ingredientes necesarios para desarrollar una historia glamurosa: belleza, riqueza, poder, exotismo, intriga, magia y amor. Estos elementos se fueron incorporando en obras de diferentes géneros y temáticas, como las Antigüedades judías, de Flavio Josefo (que escribió en el siglo I d.C.) o el Targum Shení, una traducción libre del Libro de Ester al arameo.

La reina en el palacio de Salomón

Según estas fuentes, una abubilla informó a Salomón de que el reino de Saba era el único en la Tierra que no estaba sujeto a su poder y de que su reina adoraba al Sol. El rey envió esa ave a la ciudad sabea de Kitor, con una carta en la que conminaba a la reina a que se sometiera a su poder, a lo que ella respondió mandando una flota «con todos los barcos del mar», cargados con preciosos regalos. En esas naves viajaban seis mil jóvenes de la misma estatura y aspecto, vestidos con ornamentos de púrpura y nacidos el mismo día y a la misma hora, que debían entregar a Salomón una misiva en la que la reina anunciaba que llegaría a Jerusalén tras un viaje de tres años.

Cuando al fin la reina entró en el palacio de Salomón, pensó que el limpísimo suelo era una piscina llena de agua y se levantó el vestido enseñando así sus piernas, algo de lo que Salomón se percató. Tras eso, la reina le presentó 19 acertijos, que el monarca solucionó con facilidad.

Bilqis en las narraciones árabes

Los árabes conocían los detalles de esa narración, y la adaptaron a su propia sensibilidad adornándola con nuevos elementos. Para ellos, la historia de la reina de Saba era tan famosa que incluso aparece narrada en el mismo Corán. Así, en la azora o capítulo 27 aparecen resumidos muchos de los elementos de la leyenda tal y como la habían desarrollado los autores judíos, aunque en el Corán, Salomón aparezca descrito como un rey creyente en Alá, sabio y experto en magia, poseedor de un ejército formado por hombres, genios y pájaros. De nuevo se repiten la aparición de la abubilla y la descripción de la figura de una reina sin nombre, rica, poderosa y adoradora del Sol, que se sienta en el trono majestuoso de un lejano país.

reina de saba
Salomón recibiendo a la reina de Saba, en un episodio del Antiguo Testamento donde la reina Saba visita a Salomon con fastuosos regalos. Bocetos al óleo de Rubens para la decoración de la iglesia de los jesuitas. Cordon Press

En el Corán, el rey envía una carta a esa soberana, no para someterla a su reino sino para invitarla a la conversión, a lo cual ella responde enviándole emisarios y ricos regalos, que éste a su vez rechaza. En la narración aparece un elemento nuevo: la treta usada por Salomón para probar la sagacidad de la reina.

Mientras ella está en camino, el rey envía un genio para que robe su trono y lo traiga a Jerusalén con el fin de modificarlo para ver si la soberana lo reconoce. Una vez la reina ha pasado la prueba, Salomón le muestra su impresionante palacio de cristal, construido por arte de magia; la soberana, impresionada por el poder del monarca de Israel, abandona el paganismo y se convierte a la fe en Alá.

Los árabes conocían la narración y la adaptaron a su propia sensibilidad, incluyéndola en el Coran

Los comentadores del texto coránico fueron aportando otros elementos a la narración. Además de dar a conocer el nombre de la reina, Bilqis (que probablemente es una deformación del griego pallakís, "concubina"), y describir su extraordinaria belleza, también explicaron que los demonios no querían que Salomón se casase con ella, por lo que difundieron la noticia de que esa mujer tenía las piernas peludas como Lilith, el temible demonio femenino de la noche.

Para comprobarlo, Salomón ordenó que los genios construyeran un suelo de cristal: Bilqis, confundiéndolo con el agua, se arremangó el vestido para poder cruzarlo, dejando así al descubierto sus piernas. Tras ordenar a los genios que hicieran una pócima depilatoria, Salomón acabó casándose con la reina.

Makeda, para los etíopes

Fue en los altiplanos septentrionales del Cuerno de África (las actuales Etiopía y Somalia) donde la historia bíblica acabaría inspirando las leyendas fundacionales y las tradiciones literarias y folclóricas más ricas acerca de la relación entre Salomón y la reina de Saba. Allí, la identidad etíope se fue formando gracias a tres elementos. El primero fue el cristianismo, que se había convertido en la religión del reino de Aksum (origen de la moderna Etiopía) a mediados del siglo IV d.C. Poco a poco, esta nueva religión, que probablemente había llegado importada de Siria o de Egipto, se mezcló con muchos elementos de origen judío y se desarrolló de forma autóctona y original.

El segundo rasgo que conformó la cultura etíope fue su carácter semítico que, probablemente, provenía de su estrecha relación con el Yemen y, más concretamente, con el reino de Saba. De hecho, la influencia sabeaen Etiopía es aún evidente en su escritura, que es una derivación de la escritura sudarábiga utilizada en esa parte del Yemen preislámico.

Por último, la relación de Etiopía con la reina de Saba permitió que su dinastía quedara perpetuamente legitimada y santificada, gracias a los relatos sagrados de la Biblia. De hecho, la relación de la reina de Saba con Etiopía debía de ser muy antigua, pues ya Flavio Josefo se refiere a ella en el siglo I d.C. Esa misma idea aparece repetida en autores cristianos como Eusebio de Cesarea u Orígenes, por lo que no es extraño que fuera conocida por los cristianos de Etiopía.

reina de saba
El rey Salomón y la reina de Saba, según una miniatura original, Escuela persa, (siglo XVI). Cordon Press

El desarrollo de la leyenda aparece en el Kebra Nagast Libro de la gloria de los reyes de Etiopía, una obra compilada en el siglo XIII, pero con elementos probablemente mucho más antiguos, que contiene una historia novelada sobre el origen de la dinastía etíope, y cuyo propósito central es demostrar el carácter sagrado de la misma gracias a la unión de la reina con Salomón, de la cual nacería el primer monarca etíope de dicha línea. Según el Kebra Nagast, la Reina del Sur (como se la menciona en los evangelios de Mateo 12, 42 y Lucas 11, 31), identificada con la reina de Etiopía, supo un día por un súbdito comerciante llamado Tamrin que existía un reino gobernado por Salomón, que destacaba en el mundo por su riqueza y su justicia.

Movida por la curiosidad, la reina Makeda viajó a Jerusalén, donde quedó admirada por la sabiduría del monarca bíblico. A su vez, Salomón quedó prendado por la belleza de Makeda e intentó retenerla en su reino. Para ello ideó una treta que obligó a la reina a quedarse en Jerusalén y permitió a Salomón yacer con ella. De esa unión nació un niño llamado Bayna Lehkem, que fue reconocido por su padre. Los sacerdotes de Jerusalén lo consagraron con el nombre de David y le permitieron volver a Etiopía como rey, llevándose consigo el Arca de la Alianza.

Aunque lo más probable es que nunca se produjera ese encuentro entre Salomón y la bella Reina del Sur, es muy verosímil que la Biblia se hiciera eco de la existencia y la fama del reino de Saba, del cual tenemos abundante información gracias a las inscripciones encontradas en el sur de Arabia, algunas de las cuales pueden remontarse al siglo VIII a.C. Gracias a esa información, que se complementa con los hallazgos arqueológicos, sabemos que Saba fue una cultura floreciente durante casi un milenio antes de la llegada del Islam. Los sabeos dominaron buena parte del Yemen, permaneciendo durante largos períodos de tiempo a la cabeza de una coalición en la que participaban otros pueblos culturalmente semejantes a ellos, los de Main, Qataban y Hadramaut.

El reino de Saba

La primera mención del reino de Saba data del siglo VIII a.C. y procede de fuentes asirias. En ellas se nos describe un pueblo comerciante "cuyo hogar está muy lejos" y que consigue su riqueza gracias a la exportación de especias e incienso. Incluso sabemos quelos sabeos emprendieron alguna misión diplomática y comercial llevando embajadores y regalos a la corte asiria.

Desde esta perspectiva, es posible que la Biblia se hiciera eco de alguna visita oficial para establecer o fortalecer relaciones diplomáticas y comerciales, semejante a las que describen los textos asirios refiriéndose a enviados a las cortes de los reinos de Israel (entre los siglos IX-VIII a.C.) y de Judá (IXyVIa.C.).

En las inscripciones sabeas más antiguas, escritas en árabe meridional con un tipo de alfabeto totalmente diferente del árabe clásico, se menciona a sus reyes, entre los que el poder se transmitía por vía materna. Tales reyes se llamaban a sí mismos "los unificadores", es decir, jefes de una confederación de pueblos sobre los que mantenían su hegemonía política y militar.

La capital del reino era la imponente ciudad de Maryab, a la que los árabes llamarían más tarde Maarib, situada en un fértil oasis al borde del desierto. El primer florecimiento de la cultura sabea duró hasta aproximadamente la mitad del I milenio a.C., momento en que el dominio de las rutas del comercio de incienso pasó a manos de otros pueblos del sur de Arabia.

De esa época hay algunas evidencias que demuestran que los sabeos mantuvieron colonias comerciales en el Cuerno de África, en el área que luego se convertiría en Etiopía, mezclándose con las poblaciones locales.

Más tarde, mil años después de Salomón, entre los siglos I y III d.C., Saba volvió a ocupar un lugar preeminente en el panorama político y económico del sur de Arabia. Durante ese período, sus soberanos tuvieron la capital en Zafar, y ostentaron el título de reyes «de Saba y de Raydan, de Hadramaut y de Yemen» para demostrar que gobernaban sobre diferentes pueblos del sur de Arabia, aunque en realidad ese título fuera disputado también por los gobernantes de Himyar, otro pueblo del Yemen con el que tenían frecuentes conflictos y que acabó convirtiéndose en la potencia hegemónica de la región.

Como en épocas antiguas, la prosperidad de Saba descansó en su maestría en aprovechar sus recursos hidráulicos y en su dominio de las rutas comerciales del incienso y las especias; su colapso llegó con la destrucción de la gran presa de Maarib, construida a siete kilómetros al norte de esta ciudad, en el siglo VI d.C. Unas décadas más tarde, la conquista musulmana terminó de oscurecer el glorioso pasado de los sabeos.

Pero el recuerdo de su antiguo esplendor perduró en la leyenda, en la que brillan las fastuosas riquezas que una reina sin nombre puso a los pies del soberano más sabio de la Tierra –éste sí, con nombre–, admirada de su majestad y sus conocimientos: "Dio entonces ella al rey ciento veinte talentos de oro, y una grandísima cantidad de aromas y piedras preciosas; desde entonces, jamás se trajo tanta cantidad de aromas como la que regaló la reina de Saba al rey Salomón". Con estas palabras, el Primer Libro de Reyes elevó al caudillo de un reino montañoso y no muy extenso a la categoría de gran soberano que recibía el reconocimiento del Estado más poderoso de Arabia. Y así quedó consagrada su imagen para toda la eternidad.


Los reyes etíopes 
Shava la reina de Salomón





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