Peleset son pelasgos y filisteos: los fenicios son los aqueos
Los minoicos y los micenicos
Los pelasgos
Los peleset
Los aqueos, argivos y danaos
Los eqwesh, serdesh, lukka: licios
La guerra de troya
La iliada y la odisea
Los pueblos del mar
Los fenicios
Los filisteos
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Los semitas de Canaán
La biblia y los patriarcas bíblicos: Abraham: Akenaton, Jose: Imhotep
El Torah
Los hicsos: extranjeros reyes de Egipto
Jacob y José
Avaris: la capital semita del Egipto cannaneo
Akenaton es Abraham: faraón inventor del monoteísmo 1380 a.C
Dios solar
Historia De la antigua Palestina
- h. 2000 Abraham se establece en Canaán, la tierra prometida.
- 1250 Tras un periodo de estancia en Egipto, regreso de los hebreos a Canaán, dirigidos por Moisés.
- 1200 Los hebreos se asientan en Palestina. Confederación de las doce tribus.
- 1006 Tras la muerte de Saúl a manos de los filisteos, David es proclamado rey.
- 1000 Se inicia el periodo de hegemonía de la ciudad de Tiro en Fenicia. Comienza a utilizarse el alfabeto fenicio.
- 966 Inicio del reinado de Salomón en Jerusalén.
- 926 Muerte de Salomón y división del reino en Judá e Israel.
- 814 Los fenicios de Tiro fundan Cartago, en el Norte de África.
- 722 Sargón II de Asiria pone fin al reino de Israel.
- 701 El rey asirio Senaquerib conquista Fenicia, excepto Tiro, y somete al reino de Judá.
- 587 Nabucodonosor II destruye Jerusalén. Comienza la «cautividad de Babilonia».
- 573 Nabucodonosor II destruye Tiro.
- 539 Ciro II de Persia conquista Palestina y Fenicia.
- 333 Alejandro Magno conquista Fenicia y Palestina.
Los filisteos
La historia de los hebreos se conoce muy bien gracias a la Biblia, el gran documento escrito del llamado pueblo de Dios.
Hacia el año 2000 a. C., un sumerio de la ciudad de Ur, llamado Abraham, según las Escrituras, recibió de Yahvé el mandato de abandonar su tierra, cruzar el desierto y fundar un nuevo pueblo en Canaán: el pueblo hebreo, Israel.
Después de varios siglos de calma y prosperidad, toda la región de Palestina, donde vivían los hebreos, conoció una época de hambre y escasez, y José, hijo del patriarca Jacob y visir del faraón egipcio, acogió a sus hermanos en Egipto. Allí vivieron durante años en la abundancia, hasta que un faraón, probablemente Ramsés II, los redujo a la esclavitud.
Fueron liberados por el caudillo Moisés, quien los sacó de Egipto cruzando la península del Sinaí. Según el Antiguo Testamento, allí recibió Moisés de Yahvé la Ley contenida en los Diez Mandamientos, por la que habría de regirse Israel. A continuación, Josué logró conducir a su pueblo de regreso a la tierra prometida, Palestina.Esplendor y decadencia del pueblo hebreo
La edad de oro del pueblo hebreo comenzó hacia el año 1000 a. C., en la época del rey David (1006-966 a. C.), que convirtió Jerusalén en el centro político y religioso de su reino. A David le sucedió Salomón (966-926 a. C.), quien construyó el templo de Jerusalén y el gran palacio real.
Tras este periodo de esplendor llegó la decadencia. El reino se dividió en dos partes: Israel, con capital en Samaria, y Judea, con capital en Jerusalén. Israel, al Norte, cayó en poder de los asirios, cuyo rey Sargón II se llevó deportados a casi todos los israelitas (las doce tribus perdidas de Israel). Judea, por su parte, fue conquistada por Nabucodonosor, quien arrasó Jerusalén y destruyó su templo, llevándose deportados a cien mil judíos a Babilonia. Setenta años vivieron allí (cautividad de Babilonia), hasta que el rey persa Ciro el Grande conquistó Babilonia y les permitió regresar a Jerusalén.
Finalmente, Judea cayó en poder de los romanos, y entre los años 66 y 70 a. C. se produjo una sublevación judía reprimida por Tito, quien destruyó la ciudad de Jerusalén, con lo que comenzó la diáspora o dispersión de los judíos, a los que se prohibió residir en Judea.Los fenicios y su expansión comercial
Al llegar la familia de Abraham desde Ur a la tierra prometida, que era la tierra de los cananeos, éstos empezaron a replegarse hacia la estrecha franja costera del Mediterráneo que hoy ocupa el territorio del Líbano. Allí empezaron a conocérseles con el nombre de fenicios.
Los fenicios no crearon un Estado unificado, sino que se organizaron en ciudades independientes ubicadas en la costa y volcadas al comercio marítimo. Destacaron las ciudades de Tiro y Sidón.
Inicialmente, los fenicios comerciaban con Mesopotamia y Egipto a través de las rutas del desierto. Con el tiempo se convirtieron en hábiles navegantes y se lanzaron a la colonización de las costas del Mediterráneo. Chipre, Malta, Sicilia, Cerdeña, el Norte de África y la costa de Cádiz, en España, fueron importantes enclaves comerciales.Sarcófago antropomorfo femenino.
Aportaciones culturales de los fenicios
Los fenicios fueron un pueblo emprendedor y creativo que desarrolló y transmitió algunos conocimientos de importancia trascendental para el desarrollo de la civilización:
- El alfabeto: derivado de las antiguas escrituras de Mesopotamia y Egipto (ver t2 y t3), el alfabeto fenicio, cuyos signos reproducían cada uno de los sonidos articulados del lenguaje, fue el origen de los alfabetos griego y latino.
- Las técnicas de navegación y construcción naval: con los magníficos cedros del Líbano, los fenicios construyeron unas anchas naves veleras denominadas gaulos, para el transporte de mercancías, y galeones de guerra con una dotación de cincuenta remeros. Los servicios de los marinos fenicios fueron solicitados por el rey Salomón, los faraones de Egipto y los reyes de Babilonia.
Salomón y la reina de Saba, la historia detrás de la leyenda
Conocemos la historia del encuentro entre Salomón y la reina de Saba gracias a la Biblia hebrea. En el Primer Libro de Reyes y en el Libro Segundo de Crónicas se explica muy sucintamente que la reina, tras oír hablar de la fama del rey de Israel, viajó a Jerusalén con productos exóticos de Arabia, camellos, especias, oro y piedras preciosas, con el objetivo de probar a Salomón con preguntas y cuestiones difíciles de resolver.
Para su satisfacción, el sabio rey respondió acertadamente, tras lo cual ella volvió a su tierra. Desde el punto de vista narrativo todo parece indicar que la anécdota del encuentro entre los dos monarcas se introdujo en la narración bíblica con el único objetivo de resaltar la asombrosa sabiduría de Salomón, aprovechando algunas narraciones que posiblemente circulaban por Palestina y Siria y que hablaban vagamente del reinado de una poderosa y bella mujer en las lejanas, ricas y exóticas tierras del sur de Arabia.
Gracias al relato bíblico, la visita de la reina de Saba a Jerusalén acabó convirtiéndose en uno de los más imaginativos y fértiles ciclos de leyendas y cuentos de Oriente. De la literatura judía más antigua surgió un colorido relato con todos los ingredientes necesarios para desarrollar una historia glamurosa: belleza, riqueza, poder, exotismo, intriga, magia y amor. Estos elementos se fueron incorporando en obras de diferentes géneros y temáticas, como las Antigüedades judías, de Flavio Josefo (que escribió en el siglo I d.C.) o el Targum Shení, una traducción libre del Libro de Ester al arameo.
La reina en el palacio de Salomón
Según estas fuentes, una abubilla informó a Salomón de que el reino de Saba era el único en la Tierra que no estaba sujeto a su poder y de que su reina adoraba al Sol. El rey envió esa ave a la ciudad sabea de Kitor, con una carta en la que conminaba a la reina a que se sometiera a su poder, a lo que ella respondió mandando una flota «con todos los barcos del mar», cargados con preciosos regalos. En esas naves viajaban seis mil jóvenes de la misma estatura y aspecto, vestidos con ornamentos de púrpura y nacidos el mismo día y a la misma hora, que debían entregar a Salomón una misiva en la que la reina anunciaba que llegaría a Jerusalén tras un viaje de tres años.
Cuando al fin la reina entró en el palacio de Salomón, pensó que el limpísimo suelo era una piscina llena de agua y se levantó el vestido enseñando así sus piernas, algo de lo que Salomón se percató. Tras eso, la reina le presentó 19 acertijos, que el monarca solucionó con facilidad.
Bilqis en las narraciones árabes
Los árabes conocían los detalles de esa narración, y la adaptaron a su propia sensibilidad adornándola con nuevos elementos. Para ellos, la historia de la reina de Saba era tan famosa que incluso aparece narrada en el mismo Corán. Así, en la azora o capítulo 27 aparecen resumidos muchos de los elementos de la leyenda tal y como la habían desarrollado los autores judíos, aunque en el Corán, Salomón aparezca descrito como un rey creyente en Alá, sabio y experto en magia, poseedor de un ejército formado por hombres, genios y pájaros. De nuevo se repiten la aparición de la abubilla y la descripción de la figura de una reina sin nombre, rica, poderosa y adoradora del Sol, que se sienta en el trono majestuoso de un lejano país.
En el Corán, el rey envía una carta a esa soberana, no para someterla a su reino sino para invitarla a la conversión, a lo cual ella responde enviándole emisarios y ricos regalos, que éste a su vez rechaza. En la narración aparece un elemento nuevo: la treta usada por Salomón para probar la sagacidad de la reina.
Mientras ella está en camino, el rey envía un genio para que robe su trono y lo traiga a Jerusalén con el fin de modificarlo para ver si la soberana lo reconoce. Una vez la reina ha pasado la prueba, Salomón le muestra su impresionante palacio de cristal, construido por arte de magia; la soberana, impresionada por el poder del monarca de Israel, abandona el paganismo y se convierte a la fe en Alá.
Los árabes conocían la narración y la adaptaron a su propia sensibilidad, incluyéndola en el Coran
Los comentadores del texto coránico fueron aportando otros elementos a la narración. Además de dar a conocer el nombre de la reina, Bilqis (que probablemente es una deformación del griego pallakís, "concubina"), y describir su extraordinaria belleza, también explicaron que los demonios no querían que Salomón se casase con ella, por lo que difundieron la noticia de que esa mujer tenía las piernas peludas como Lilith, el temible demonio femenino de la noche.
Para comprobarlo, Salomón ordenó que los genios construyeran un suelo de cristal: Bilqis, confundiéndolo con el agua, se arremangó el vestido para poder cruzarlo, dejando así al descubierto sus piernas. Tras ordenar a los genios que hicieran una pócima depilatoria, Salomón acabó casándose con la reina.
Makeda, para los etíopes
Fue en los altiplanos septentrionales del Cuerno de África (las actuales Etiopía y Somalia) donde la historia bíblica acabaría inspirando las leyendas fundacionales y las tradiciones literarias y folclóricas más ricas acerca de la relación entre Salomón y la reina de Saba. Allí, la identidad etíope se fue formando gracias a tres elementos. El primero fue el cristianismo, que se había convertido en la religión del reino de Aksum (origen de la moderna Etiopía) a mediados del siglo IV d.C. Poco a poco, esta nueva religión, que probablemente había llegado importada de Siria o de Egipto, se mezcló con muchos elementos de origen judío y se desarrolló de forma autóctona y original.
El segundo rasgo que conformó la cultura etíope fue su carácter semítico que, probablemente, provenía de su estrecha relación con el Yemen y, más concretamente, con el reino de Saba. De hecho, la influencia sabeaen Etiopía es aún evidente en su escritura, que es una derivación de la escritura sudarábiga utilizada en esa parte del Yemen preislámico.
Por último, la relación de Etiopía con la reina de Saba permitió que su dinastía quedara perpetuamente legitimada y santificada, gracias a los relatos sagrados de la Biblia. De hecho, la relación de la reina de Saba con Etiopía debía de ser muy antigua, pues ya Flavio Josefo se refiere a ella en el siglo I d.C. Esa misma idea aparece repetida en autores cristianos como Eusebio de Cesarea u Orígenes, por lo que no es extraño que fuera conocida por los cristianos de Etiopía.
El desarrollo de la leyenda aparece en el Kebra Nagast o Libro de la gloria de los reyes de Etiopía, una obra compilada en el siglo XIII, pero con elementos probablemente mucho más antiguos, que contiene una historia novelada sobre el origen de la dinastía etíope, y cuyo propósito central es demostrar el carácter sagrado de la misma gracias a la unión de la reina con Salomón, de la cual nacería el primer monarca etíope de dicha línea. Según el Kebra Nagast, la Reina del Sur (como se la menciona en los evangelios de Mateo 12, 42 y Lucas 11, 31), identificada con la reina de Etiopía, supo un día por un súbdito comerciante llamado Tamrin que existía un reino gobernado por Salomón, que destacaba en el mundo por su riqueza y su justicia.
Movida por la curiosidad, la reina Makeda viajó a Jerusalén, donde quedó admirada por la sabiduría del monarca bíblico. A su vez, Salomón quedó prendado por la belleza de Makeda e intentó retenerla en su reino. Para ello ideó una treta que obligó a la reina a quedarse en Jerusalén y permitió a Salomón yacer con ella. De esa unión nació un niño llamado Bayna Lehkem, que fue reconocido por su padre. Los sacerdotes de Jerusalén lo consagraron con el nombre de David y le permitieron volver a Etiopía como rey, llevándose consigo el Arca de la Alianza.
Aunque lo más probable es que nunca se produjera ese encuentro entre Salomón y la bella Reina del Sur, es muy verosímil que la Biblia se hiciera eco de la existencia y la fama del reino de Saba, del cual tenemos abundante información gracias a las inscripciones encontradas en el sur de Arabia, algunas de las cuales pueden remontarse al siglo VIII a.C. Gracias a esa información, que se complementa con los hallazgos arqueológicos, sabemos que Saba fue una cultura floreciente durante casi un milenio antes de la llegada del Islam. Los sabeos dominaron buena parte del Yemen, permaneciendo durante largos períodos de tiempo a la cabeza de una coalición en la que participaban otros pueblos culturalmente semejantes a ellos, los de Main, Qataban y Hadramaut.
El reino de Saba
La primera mención del reino de Saba data del siglo VIII a.C. y procede de fuentes asirias. En ellas se nos describe un pueblo comerciante "cuyo hogar está muy lejos" y que consigue su riqueza gracias a la exportación de especias e incienso. Incluso sabemos quelos sabeos emprendieron alguna misión diplomática y comercial llevando embajadores y regalos a la corte asiria.
Desde esta perspectiva, es posible que la Biblia se hiciera eco de alguna visita oficial para establecer o fortalecer relaciones diplomáticas y comerciales, semejante a las que describen los textos asirios refiriéndose a enviados a las cortes de los reinos de Israel (entre los siglos IX-VIII a.C.) y de Judá (IXyVIa.C.).
En las inscripciones sabeas más antiguas, escritas en árabe meridional con un tipo de alfabeto totalmente diferente del árabe clásico, se menciona a sus reyes, entre los que el poder se transmitía por vía materna. Tales reyes se llamaban a sí mismos "los unificadores", es decir, jefes de una confederación de pueblos sobre los que mantenían su hegemonía política y militar.
La capital del reino era la imponente ciudad de Maryab, a la que los árabes llamarían más tarde Maarib, situada en un fértil oasis al borde del desierto. El primer florecimiento de la cultura sabea duró hasta aproximadamente la mitad del I milenio a.C., momento en que el dominio de las rutas del comercio de incienso pasó a manos de otros pueblos del sur de Arabia.
De esa época hay algunas evidencias que demuestran que los sabeos mantuvieron colonias comerciales en el Cuerno de África, en el área que luego se convertiría en Etiopía, mezclándose con las poblaciones locales.
Más tarde, mil años después de Salomón, entre los siglos I y III d.C., Saba volvió a ocupar un lugar preeminente en el panorama político y económico del sur de Arabia. Durante ese período, sus soberanos tuvieron la capital en Zafar, y ostentaron el título de reyes «de Saba y de Raydan, de Hadramaut y de Yemen» para demostrar que gobernaban sobre diferentes pueblos del sur de Arabia, aunque en realidad ese título fuera disputado también por los gobernantes de Himyar, otro pueblo del Yemen con el que tenían frecuentes conflictos y que acabó convirtiéndose en la potencia hegemónica de la región.
Como en épocas antiguas, la prosperidad de Saba descansó en su maestría en aprovechar sus recursos hidráulicos y en su dominio de las rutas comerciales del incienso y las especias; su colapso llegó con la destrucción de la gran presa de Maarib, construida a siete kilómetros al norte de esta ciudad, en el siglo VI d.C. Unas décadas más tarde, la conquista musulmana terminó de oscurecer el glorioso pasado de los sabeos.
Pero el recuerdo de su antiguo esplendor perduró en la leyenda, en la que brillan las fastuosas riquezas que una reina sin nombre puso a los pies del soberano más sabio de la Tierra –éste sí, con nombre–, admirada de su majestad y sus conocimientos: "Dio entonces ella al rey ciento veinte talentos de oro, y una grandísima cantidad de aromas y piedras preciosas; desde entonces, jamás se trajo tanta cantidad de aromas como la que regaló la reina de Saba al rey Salomón". Con estas palabras, el Primer Libro de Reyes elevó al caudillo de un reino montañoso y no muy extenso a la categoría de gran soberano que recibía el reconocimiento del Estado más poderoso de Arabia. Y así quedó consagrada su imagen para toda la eternidad.